La semana pasada publicaba Última Hora una información sobre la sindicatura de cuentas que tiene pendiente este año la realización de dos informes relativos a la oficina de prevenció i lluita contra la corrupció. Es loable tener una Oficina Anticorrupción en una Comunidad tan seriamente afectada por este mal, pero, así como en otros sitios la lucha contra esta lacra se realiza por la vía de la investigación discreta y la concurrencia inmediata de Fiscalía y jueces, aquí ni lo uno ni lo otro.
Para empezar nuestra Oficina Anticorrupción es una fuente incansable de emitir notas de prensa, cosa bastante inaudita para un ente que precisamente debería operar desde el más absoluto mutismo/discreción. Y si las notas de prensa fueran anunciando corruptelas, tendrían su razón, pero de momento la Oficina ha encontrado cero corruptos. En buen castellano esto se conoce como “mucho ruido y pocas nueces”.
Luego está el hecho de navegar por las procelosas aguas de pretender marcar estándares éticos acerca de sueldos y prebendas públicas, cobrando casi cien mil euros al año del erario público. En buen castellano esto se conoce como “consejos vendo y para mí no tengo”.
La época más oscura de la corrupción y falta de transparencia en nuestra comunidad fue a finales de los noventa que termino con Jaume Matas fuera del Consolat. En esa época ni la administración, ni hacienda ni los interventores detectaron el fraude y la corrupción, fue el parlamento que destapo las carencias del sistema. En esa época el director actual de la oficina ejercía ya de interventor. Es como se dice “poner ahora el lobo a cuidar de las ovejas”.
Además, ¿en qué esfera se mueve esta nuestra Oficina Anticorrupción? ¿Quién limita su actuación? ¿Quién la fiscaliza? ¿Es libre de seguir emitiendo notas de prensa que lanzan una pesada sombra acerca de las personas citadas, sin que nada acabe en nada?
Si es un órgano político pero independiente de la acción política, ¿no corremos el peligro de que, precisamente, caiga (o esté cayendo ya) en la tentación de hacer política de desgaste con sus decisiones “apolíticas”? Cuando un ente que debería ser transparente y silente, es fuente de tantas dudas, contradicciones y claroscuros acerca de su operativa, su naturaleza y sus fines, algo no cuadra teniendo en cuenta que el objetivo que se persigue – la caza del corrupto – hasta la fecha arroja resultados sonrojantes: cero. O en Balears ya no hay corrupción (y por tanto la Oficina Anticorrupción no tiene sentido de ser) o si la hay y llevamos 0,0 corruptelas detectadas, la Oficina Anticorrupción tampoco tiene sentido de ser y menos de cobrar los suculentos emolumentos que cobra.
